Las chicas juegan peor al fútbol. ¿Machismo o realidad?
Las chicas juegan peor al fútbol, así de claro lo pude escuchar, lo decía un chaval joven, árbitro para más señas. No pude remediarlo, uno de mis resortes interiores saltó, en realidad creo que no quise evitarlo, a estas alturas hay cosas que no reprimo sencillamente porque no quiero.
Dame datos, le espeté. Supuse, por un momento, que comentaría algún estudio de estos pseudocientíficos que dijera que el cerebro masculino está más preparado para este deporte.
Enseguida quiso justificarse: Esto no es machismo, es una realidad.
¿Una realidad?, pregunte, ¿En qué estudio aparecen esos datos? ¿Quién los ha obtenido? ¿De dónde son? ¿De qué año?
Respuesta, ¿datos? Todos lo vemos, todos lo decimos. ¿Qué más datos se necesitan?
Era una conversación sobre árbitros, sobre errores arbitrales- un recuerdo desde aquí para sus madres- siempre aparecen injustamente en estas conversaciones. Se atrevió a comentar que era obvio, de hecho, aunque de forma no escrita y todo según su opinión el arbitraje a equipos femeninos era poco menos que un castigo, era de inferior categoría, juegan peor, corren menos, se quejan más… Toda una retahíla de afirmaciones que a mi juicio no tenían desperdicio.
Se me ocurre que un hecho es que los varones obtienen peores resultados académicos, hecho constatado en diferentes estudios y que ha creado inquietud en la comunidad educativa. Es un dato que se ha obtenido, no una realidad porque lo digamos pocas o muchas personas. También es un dato que aparecen más los chicos en las páginas deportivas, también que los clubes no tratan del mismo modo a mujeres y hombres. Cuando hablo sobre igualdad en muchas ocasiones comento, supongo que porque me duele, cómo actúa el Athletic con la gabarra, ¿Cuántas veces tendrán que demostrar las chicas que son campeonas?
Es un hecho, triste por real, que las mujeres en el deporte no reciben los mismos sueldos que los hombres, que no tienen las mismas oportunidades. Realmente ¿Juegan peor? No lo sé, tengo mis dudas, tampoco me importa. Nunca se me ocurriría decir que un niño por ejemplo de Benin, que no haya tenido acceso a la educación es menos habilidoso que una niña navarra manejando un ordenador. No hay que confundir las habilidades de las personas con las oportunidades para desarrollarlas.
No sé siquiera si el comentario era machista o no, si tenía o no intención de minusvalorar a las mujeres solo por el hecho de serlo, sólo sé que a mi me ofendió. Me ofendió no tanto la afirmación sobre el juego, sino las formas. Una de las victorias, aunque sea pequeña, del feminismo es el hecho de que nadie se quiere autodenominar machista, ser machista no es prestigioso, está mal visto, por eso era tan importante para este chico defender que su afirmación no lo era. Recurrió al típico tópico acusarme de ser una feminista ultra, queriendo decir, supongo, que soy una feminista radical. Sí, lo soy, hace un tiempo hubiera dicho que no lo era pero cada vez lo tengo más claro, lo soy, porque quiero serlo, porque todavía hay motivos para serlo, porque las cosas no cambian deslizándonos suavemente por la superficie de los problemas, es necesario ir a la raíz de los mismos, raíces materiales, antropológicas, políticas, económicas... Utilizó ultra a modo de sinónimo de radical, de fanática pero en realidad la radicalidad es necesaria porque como no abordemos el cáncer patriarcal desde sus raíces éste va a multiplicarse, nos llevará a la metástasis y la muerte.
Hay que seguir caminando por el camino de la igualdad pero en el sentido adecuado, en algunos momentos siento cierto temor a vivir una época de retroceso. En ocasiones se cae en la tentación de pensar que los derechos conseguidos son fruto de la historia y no tienen vuelta atrás, como el sol que siempre sale después de la lluvia. No podemos ser tan inocentes, los avances han exigido la lucha de muchas mujeres, no vinieron solos, ahora no podemos descansar y ver como existe una vuelta de lo público a lo privado. Necesitamos políticas inclusivas, nuevas, diferentes, flexibles, permeables a las diferentes realidades, políticas que tengan en cuentan el impacto de género, y también el impacto de edad, políticas que nos ayuden a conseguir los mismos derechos. Lejos estamos de ese punto, me temo, cuando nos da miedo incluso renovar nuestro lenguaje, cuando la RAE en su afán conservador de la lengua intenta incluso ridiculizar los intentos, a veces buenos a veces no tanto, de visibilizar a las mujeres en la lengua, cuando lo académico frena lo social.
Algo estamos haciendo mal me decía un amigo. Las cosas no cambian, no al menos tanto como quisiéramos, tanto como necesitamos añado yo. La igualdad no es una reivindicación caprichosa, algo que nos venga bien a las mujeres, la igualdad es una necesidad, es una necesidad para nosotras y también para los hombres. No es una cuestión de gano- pierdes sino de gano-ganas, todos y todas ganamos con la igualdad.
¿Las mujeres juegan peor al fútbol? Sí, ¡ya! y cuidan mejor de la familia… Propongo un fácil arreglo, para hacerlo mejor dediquemos más tiempo al deporte mientras los hombres se dedican a los cuidados.