martes, 3 de enero de 2012

¿Solidaridad sostenible?


Ley de inclusión social: ¿Solidaridad sostenible?

Atravesamos duros momentos en lo económico, son muchas las personas en el paro, muchas las familias sin ingresos, la desesperanza se va poco a poco filtrando en nuestras cabezas, cada vez son más las personas que están convencidas que no queda otra que apretarse el cinturón, muchas las que solo piden que al día siguiente las cosas no estén aun peor. Ya sé que no es momento de gastar sin pensar pero es que no me cabe duda de que hay mucha gente que hace mucho que no tiene ni siquiera cinturón que ajustar, mientras hay quien no sabe en cuál de sus cinturones de temporada hacer un nuevo agujero, lo de ajustar…será otro día.  Escuchamos todos los días el estribillo de la canción del no hay dinero para todo, hay que priorizar, y reconozco que es cierto, para todo no hay, pero eso no se resuelve echando mano de la tijera se soluciona con una buena reforma, con un cambio radical de planteamiento, del parcheo a la justicia social. Nos comparan la economía de los grandes números con la economía doméstica, se aferran a esta comparación para justificar los cambios en las leyes que conllevan  recortes en derechos. Si no te llega para pagar a alguien que te limpie la casa lo haces tú misma o pagas menos horas, de este modo tan frívolo justifican la reducción de limpieza en la administración, nuevamente, un ataque al eslabón débil de la cadena.  Se agarran a eso que han dado en llamar nueva realidad social para buscar, dicen, un sistema más justo y ecuánime con el fin de atender a los principios de solidaridad sostenible y equidad.

El adjetivo sostenible se ha utilizado en muchas ocasiones para cambiar radicalmente el significado de la palabra a la que acompaña, basta recordar por ejemplo el desarrollo sostenible o el crecimiento sostenible. Eufemismos que utilizamos para tranquilizar nuestra conciencia, para seguir consumiendo como si este mundo tuviese recursos infinitos aunque sabemos que no se puede mantener este ritmo, y mucho menos extender este modo de vida a todos los rincones. No se nos escapa que hemos de escoger entre lo que es soportable por el mundo, sostenible, o girar en la perversa espiral de insatisfacción del querer más y más. Nuestro incesante querer más significa en algunas ocasiones el tener menos de otra gente.

Con la ley de reforma de la renta básica se extiende la sostenibilidad a la solidaridad. Personalmente, me chirria lo de la solidaridad sostenible, en educación hablamos a menudo de la transmisión de valores y, desde luego, el valor de la solidaridad es uno de los que a cualquier docente nos gustaría que nuestro alumnado desarrollara. No creo que me equivoque mucho si afirmo que podremos encontrar la defensa de la solidaridad en todos los proyectos educativos que buscan la educación integral, la educación no solo en conocimientos sino también en valores. Los derechos son derechos, los valores son valores y no debemos plantearnos nunca la sostenibilidad de los mismos. Se ha abierto el melón de la sostenibilidad de los principios y valores, ahora ha entrado en acción la solidaridad sostenible, mañana podría ser la igualdad sostenible.

Seamos iguales solo si eso es sostenible, o mejor dicho,  luchemos por la igualdad mientras sea sostenible, si no lo es dejemos las cosas como están. Estoy convencida que muchas mujeres no estaríamos por la labor de la igualdad sostenible, entre otras cosas porque sabemos que esa sostenibilidad implicaría el mantenimiento de privilegios de una sociedad claramente patriarcal.  No en balde sostener en una de sus acepciones significa mantener. No nos planteamos la consecución de la igualdad efectiva entre mujeres y hombres únicamente como asunción de las mujeres de nuevos roles, somos conscientes de que los hombre tienen que  ceder parte de su espacio, tienen que renunciar a privilegios inherentes al hecho de ser hombre. Sin duda es insostenible el patriarcado ante la igualdad.


Con este nuevo sistema que plantean como más justo y ecuánime tendremos que enseñar que la defensa los derechos de los demás empieza después de tener garantizados los nuestros, que hay que ser solidario mientras eso sea sostenible o lo que es lo mismo dejar de serlo cuando no es sostenible. Sostenible, ¿a pesar de qué?, ¿a costa de qué y para quién? Esto me suena más a caridad que a solidaridad, a dar lo que nos sobra a los que tienen menos, sin cuestionar por qué tienen menos o por qué tenemos más. Se abre una puerta al terrible pensamiento de tengo más porque me lo he ganado, porque me lo merezco…

Hay respuestas a esta dura situación que sorprenden poco, a nadie creo que pille por sorpresa que partidos que se colocan en la derecha afirmen que estas decisiones de recortes de derechos vienen marcadas por los mercados, pero ¿es esto esperable desde la izquierda?

Un partido que se supone de izquierdas no puede plantear una ley excluyente, una ley que bajo el nombre de inclusión social plantea, en virtud de la solidaridad sostenible, que las personas que no están excluidas primero pasen a estarlo para luego atenderlas desde una caridad sostenible.

Creo que no podemos conformarnos con que ahora es la economía la que manda, que son los mercados los que imponen sus decisiones. ¿Quiénes son los mercados? ¿Espíritus del mundo de las tinieblas? Las decisiones políticas marcan un camino a seguir. La izquierda de verdad, o llamémoslo como queramos, no debe permitir que los derechos de las personas se vayan parcheando. Puede y debe hacer una política diferente, no puede abogar por la sostenibilidad, no por los derechos o los valores  sostenibles, debe hacerlo por la justicia social,  por la solidaridad, por la igualdad y por la consecución de todos los derechos para todas las personas.

Nekane Perez

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