La política educativa de este
Gobierno se basa en la imposición, lo ha hecho así desde el principio de la
legislatura, buscando siempre en Madrid las excusas para darle una vuelta más a
una tuerca que hace tiempo se pasó de rosca. Impulso de la autonomía de los
centros de papel mojado en palabras huecas, control y censura de hecho. Nunca
ha creído en esa autonomía, del mismo modo que tampoco lo ha hecho en el reconocimiento
de la labor docente, no le ha temblado la voz para repetir la cantinela del
adoctrinamiento en las aulas; mucha calidad con la boca pequeña mientras que
con mano firme y cínica sonrisa sigue los dictados de la LOMCE. Afirma Iribas
que él nunca hubiera reformado la ley educativa al estilo Wert, él hubiera
buscado consensos, a la navarra supongo, aquellos que garanticen de partida la
exclusión de quien no le gusta.
Son muchas las comparecencias que
hemos pedido, para recibir explicaciones de uno u otro tema, en gran parte de
ellas hemos solicitado que nos proporcionen los datos por escrito, no me parece
esto algo tan descabellado pero por algún motivo que desconozco no solo se
resiste a ello si no que aprovecha la ocasión para practicar uno de sus
deportes favoritos, intentar ridiculizar a la oposición. Nos remite a la
lectura de lo que llama el “diario principal” para tener por escrito los
resultados de la supuesta evaluación del PAI en una comparecencia a petición
propia. Igual me he perdido algún capítulo de esta historia pero creo que no
necesito que venga el Consejero para leerme la prensa: ni rápida, ni
lentamente, ni la principal ni la secundaria. Tampoco quiero que por enésima
vez nos repita lo que tal o cual sindicato publica en sus comunicaciones o en
su página web, si bien los sindicatos no saben de educación en su opinión, hace
un seguimiento férreo de sus declaraciones.
Se han vendido las maravillas de
un programa sin que nadie sepa muy bien
que objetivos busca en realidad. Se supone que querían fomentar la equidad, la
igualdad de oportunidades, la excelencia, la modernidad. Todo por, para y en
inglés, sin contar con quienes tienen que llevarlo a la práctica, sin escuchar
al profesorado; en contra de claustros, comisiones de coordinación pedagógica,
equipos de dirección, etc. Enseñar inglés es necesario, por supuesto, eso no lo
duda nadie, el conocimiento de las lenguas es fuente de enriquecimiento;
enseñar en inglés puede ser bueno, o no. Eso es lo que se ha cuestionado, el
cómo, las formas, la falta de criterios claros, la falta de medios, la
precipitación…
No es serio que nos presenten una
colección de datos como si fuese una evaluación, todo bajo el mantra de “datos
objetivos”, los datos no son ni objetivos ni subjetivos, lo importante es la
interpretación que se hace de los mismos. Queremos conocer cómo se han
obtenido, qué criterios se han seguido, qué indicadores se han utilizado,
quedan muchas cuestiones en el aire, cuestiones que forman parte de los mínimos
exigibles en cualquier evaluación. Será por eso que el Consejero explica que
esto responde a su voluntad y no a ninguna petición, no, desde luego a una de
las primeras mociones debatidas en la Comisión de Educación esta legislatura que
instaba a la realización de un estudio de lo que el anterior Gobierno había
reconocido como experimento. Dado el carácter interno y orientativo de estas
pruebas, reconocido por el Departamento en respuesta parlamentaria, no es
admisible que se utilicen las evaluaciones diagnósticas para realizar
comparaciones entre centros ni para responder de si un programa ha alcanzado
unos objetivos, sin ninguna concreción. Los estadillos de resultados académicos
tampoco parecen una evaluación de este ni de ningún otro programa.
Sin datos, afirma Iribas, lo que
queda es opinión. El hecho de aportar unos intervalos y unas medias, no
convierte a la opinión en evaluación. Los números no transforman un experimento
en un programa educativo, los números se interpretan, se leen y esa lectura
puede contener un sesgo que en vez de acercarnos a la realidad la desvirtúe por
completo. El proceso de evaluación es mucho más serio que esa lluvia de
horquillas que nos ha proporcionado a través, eso sí, de la prensa. Datos los
suyos, tan datos como las encuestas realizadas por los sindicatos, tanto como
las críticas profesionales que ponen de manifiesto las lagunas, océanos,
vividos en los centros.
Reclama el Consejero un respeto a
las familias que escogen el PAI, los centros que han optado por esta
posibilidad, sus claustros y sus equipos directivos, por supuesto que sí, pero se le olvida que también son dignas del mismo
quienes no lo escogen, quienes lo apoyan y quienes lo critican. Ya vale de tildar
nuestras críticas de panfletarias, de mofarse de nuestras preocupaciones y
veamos si es cierto que se buscan el consenso
y la participación.
Por si alguien tiene dudas: esto
es una opinión, formada después de escuchar muchas quejas pero solo opinión; no
pretende ser el resultado de una investigación. Tampoco responde a ninguna
consigna partidista como tiene costumbre de reprochar Iribas, no es un acto de obediencia o
sumisión a un supuesto dueño. Esta recriminación solo se entiende en boca de
quien fomenta el control y practica la imposición. Yo, creo en la libertad de
opinión, en la mía y en la ajena, en el
Parlamento y en el aula.
No hay comentarios:
Publicar un comentario