Soy de esas personas que defienden la
desvinculación de lo público y lo religioso, partidaria de que las fiestas no
pasen por santos, santas, iglesias ni misas. Habitualmente no participo de este
tipo de actos, no porque sea contraria a que se celebren, la cuestión no se
trata de si yo personalmente creo o no, de si rezo, comulgo, me confieso o dejo
de hacerlo. Cada quien en su vida privada decide cuáles son sus creencias y
cómo las practica, si es que lo hace, pero no me parece que desde las
instituciones haya que participar en actos religiosos independientemente de
cual sea la religión que los organice o promueva.
Aun así, en esta ocasión en
fiestas decidí asistir a la Misa Mayor que se celebra en honor al patrón del pueblo,
San Esteban, menciono al santo en cuestión no porque le tenga especial devoción
sino porque después haré referencia al mismo. Mi intención era tomarme la
ocasión como un acto folclórico, reconozco que esta misa, a la que ya había
asistido otra vez en mi vida, tiene toques que artísticamente o culturalmente
pueden ser “bonitos”. Me resulto imposible, yo al menos no pude desconectar de
“aquello”. No escuché un sermón religioso, no un llamado a la unidad, a la paz, no, lo que
allí se expuso fue una arenga, una arenga política anti-islámica. Aquel sermón,
por llamarlo de alguna manera, fue una llamada al odio, una llamada a la lucha
contra quien piensa diferente, contra quien cree en otro dios. Entiendo que un
cura católico no haga propaganda del Corán, pero… ¿es necesario sembrar el
miedo y el odio?
Tuve que hacer un esfuerzo por no
marcharme de allí, a mi cabeza vinieron las películas sobre las Cruzadas,
cuántas barbaridades no se han hecho en nombre de Dios, y yo que daba todo
aquello por errores pasados me encuentro con una llamada a la lucha en agosto
de 2012, no hemos cambiado tanto… Comenzó el cura hablándonos de San Esteban,
según la Biblia mientras moría lapidado por sus creencias, él oraba por sus
verdugos, diciendo: "Señor, no les tomes en cuenta este pecado".
Visto así, y teniendo en cuenta que no soy experta en sermones, pensé que aprovecharía que la Iglesia estaba llena por
las fiestas y nos hablaría del perdón, de la comprensión, de no pensar que
somos mejores que nadie, de no juzgar al resto de las personas por pensar
diferente, incluso aun si éstas te atacan por ello. Quizá sea por mi
trayectoria docente pero tengo claro que los mensajes que compartimos han de
ser constructivos, de convivencia, de respeto mutuo, de igualdad de derechos. Aquella
fue una clara oportunidad de hacerlo y podría decir que fue una oportunidad
perdida pero mentiría no fue perdida se aprovechó para lo contrario. Comenzó
relatando las actuales persecuciones a las minorías cristianas en muchos
lugares de África, las matanzas, las masacres, las violaciones y no seré yo
quien niegue que existen, por desgracia se mata utilizando muchas falsas
justificaciones, entre otras la religión. Personalmente dudo de que siempre que
se aducen motivos religiosos sea así, en ocasiones la religión se convierte en
una buena pantalla para tapar otras razones bien diferentes, por ejemplo económicas, étnicas y sin duda de poder. Por supuesto que, cualquiera que sea su
origen, hay que denunciar y terminar con estas agresiones, pero no creyéndose
mejor que nadie, desde la prepotencia que allí se expuso, la prepotencia de la
cultura occidental, de la Iglesia católica. Me niego a que nos sigan vendiendo
la imagen maniquea de la buena gente católica que respeta los derechos
universales contra el resto, contra los pobres barbaros e ignorantes que
necesitan nuestro evangelio y nuestro Dios. Aquel señor no dejó títere con
cabeza en el ámbito musulmán, mezcló Egipto y la primavera árabe con el
terrorismo, con Al Qaeda, con el intento de invasión de Occidente por parte del
mundo árabe, “acabarán con los derechos humanos imponiendo el Corán”… y todo
esto sin despeinarse un poco.
Se le olvidó, supongo, que en la Iglesia
católica, tan perfecta vista desde su púlpito, actualmente hay infinidad de
casos de pederastia, que durante siglos han permitido y justificado el maltrato
a las mujeres, que el tema de la igualdad de derechos de mujeres y hombres
queda fuera de su agenda, que mejor ni hablamos del reparto de la riqueza (quien
haya visitado el Vaticano sabe de que estoy hablando) … La Iglesia se resiste a
desaparecer de la vida política local, nacional e internacional, y recurriendo
a la tradición pretende justificar lo injustificable, la vinculación aun hoy en
día de la Iglesia y el poder. No se me entienda que defiendo la religión
islámica frente a la católica, no creo que en el fondo sean muy diferentes, ni
mucho mejor o peor la una de la otra.
Sencillamente del mismo modo que yo no
rezo el rosario desde el estrado no me parece que desde el púlpito de la
Iglesia se deba hacer política, porque de eso se trató, y menos si ésta es incitando a la
discriminación y al odio.
Nekane Perez