viernes, 20 de abril de 2012

brigada al apartheid


Piensa que estás en tu casa, y de repente alguien decide que ésta es demasiado grande que tienes espacio de sobra y sin consultar contigo le conceden la sala a otra persona. Primero la sala, después las habitaciones, luego la cocina, te separan de quien quieres, te dejan en el baño. Al final pides que te dejen al menos una escalera para poder salir de ese baño a la calle pero te dicen que no, te obligan a pasar por controles humillantes en tu casa para decidir si te van a dejar salir. Quizá hoy sí o no, nunca sabes si llegarás a tu huerta, a tu trabajo, a tu escuela. Tienes familia fuera que quiere entrar -es tu casa- aunque ahora hasta en la puerta hay otro nombre, quieres que entren aunque sea al baño pero no pueden, está prohibido, soledad, aislamiento… Te puede parecer un sueño, una pesadilla, es la realidad palestina.

No es fácil resumir 8 días en un relato breve, no cuando estos días han sido tan intensos, tan duros, tan enriquecedores…no es mi intención. De cada uno de sus días cada miembro de la brigada podría contar una historia propia, de hecho cada día nos encargábamos de ello, la historia depende de la persona que la cuenta pero reconozco que hago mía cada una de las palabras de mis compas ( http://miradasdesde.wordpress.com) Cada quien tiene su estilo pero esto también ha sido curioso como nos hemos ido complementando, nuestra convivencia ha sido un factor positivo más en el transcurso de la brigada.

Somos 10 las personas que nos conocimos en Lavapiés dando inicio a la brigada, nuestra coordinadora nos había invitado y no nos conocíamos previamente, era una incógnita saber como encajaríamos, otra más. Solo nos unían las ganas de empaparnos en Palestina, la inquietud compartida por observar y vivir de cerca esas injusticias de las que habíamos oído tanto. No sé si éramos muy conscientes de la importancia de la formación, de empezar a hacer piña, yo ahora sí que lo soy. Empezó bien, las piezas del puzle se colocaban en su lugar sin estridencias, presagio de que el grupo funcionaría.

Fuimos llegando a Jerusalén, la primera mirada de la brigada en Jerusalén fue la concentración en el Día de la Tierra, allí las primeras demostraciones de cómo los jóvenes (muy jóvenes) soldados israelís con la prepotencia que nos transmiten en cualquier lugar, incluso quienes llegamos de madrugada sentimos su arrogante presencia en todas las esquinas, no es precisamente seguridad lo que siento por las callejuelas camino del albergue. Es allí, de madrugada cuando recibo la noticia de que faltará un miembro en la brigada, quién y la coordinadora, duro golpe. La piña decide que la distancia no nos hará ser menos brigada, coordinación en la distancia, no está pero su presencia es evidente.

A partir de ahí, el día a día es intenso, una agenda repleta de citas con movimientos sociales, civiles, con muchas personas que nos han permitido entrar en su vida, unos días en la burbuja palestina, para la brigada es una experiencia para la población palestina es su vida.

No es mi intención contar el día a día, sólo quiero resumir las sensaciones, algunos de los impactos, heridas en el corazón.

Duele ver el desprecio con el que una mujer palestina es retenida en un torno con un pequeño en brazos, duele el muro de la vergüenza, duelen los túneles, los check-points. Maldito muro que rompe familias, que roba tierras, que arranca olivos. Túneles que marcan quien va por encima y quien por debajo. Me indignan los carteles que leo en las afueras de la colonoi, siento como quieren robar el lenguaje palestino, las reivindicaciones, me parece insultante que la fuerza opresora quiera pasar por oprimida, que quien tiene agua para chapotear en su piscina disfrute ejerciendo el poder de restringir su uso a un día de cada diez en los campamentos. No es fácil ver la opulencia de las colonias y que no te hierva la sangre al pasear por el escaso medio metro que separa las casas apiladas en los campamentos, es curioso aun así ver como allí, en esas estrecheces, niños y niñas corretean y se ríen. No ocurre lo mismo en las colonias judías, quizá sea casualidad, lo dudo, pero me impresiona no ver ni una sonrisa, hay tanta tristeza, tanta amargura. Sin duda también la población judía es víctima del sionismo, sufro al pensar en cómo ha de ser educar a tus hijas e hijos, en el miedo, la desconfianza, el rencor, el odio.

Duelen muchos lugares, por ejemplo las calles vacías de Hebron, calles que un día rebosaban de movimiento, de gente que compraba u al menos observaba todo aquello que asomaba por las puertas, de mercaderes que regateaban para convencer de que lo suyo es mejor y más barato. Ahora son calles partidas, una parte que aún intenta conservar esa vida y se protege de la colonia, de la basura que echan desde la colonia con redes, la otra parte previo acceso controlado nos recibe con banderas ondeantes y soldados que recuerdan quien manda.

Lo que observamos no son actos puntuales de crueldad de personas hacía personas, no, tampoco se trata de ese conflicto religioso que quieren vender. Es el sionismo, es una política de discriminación planificada y sistemática, es el apartheid. Discriminación que se encarga de recordar siempre que hay personas de primera y de segunda, mejor dicho personas que no se ven como personas, son pura mercancía, creo que incluso los animales son mejor tratados. El sionismo desde su atalaya de hipotética democracia trata de expulsar a un pueblo de su tierra, defienden el Estado de Israel basado en la mentira, en la mentira de que era un tierra sin pueblo. Invisibilizan a las personas, a su cultura, el cruel plan la judaización se expande ante la mirada internacional.  Política que necesita un enemigo común, enemigo que supone el único cemento para que la diversidad de la población judía no salte por los aires ante las injusticias  interna que también sufren.  Siento vergüenza, esto ocurre hoy en día, esto ocurre porque dejamos que ocurra, sé que algo podemos hacer, también desde aquí podemos resistir, debemos resistir.

No todo es dolor, cuando me preguntan lo que me he traído no puedo hablar solo del dolor, de la indignación, de la impotencia. Me acompaña la lucha de miles de personas, su fuerza, su dignidad, sus ganas de luchar, su resistencia. Sé que algo nos une, mis derechos son los suyos, no cejaré en la lucha, todos los derechos para todas las personas.



Nekane Perez

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