viernes, 19 de agosto de 2011

Educación excelente, excelentemente recortada

Educación excelente, excelentemente recortada

Nos hablaba el jueves pasado en el pleno de investidura la Sra. Barcina de la excelencia de la educación y ciertamente eche a temblar recordando a Esperanza Aguirre. A ella también le gusta mucho la excelencia en educación, no sé a quien de las dos más pero personalmente no comparto ni los métodos populares madrileños de excelencia ni los forales. Allí ha empezado a llevar a cabo sus experimentos “excepcionales” poniendo en marcha los Bachilleratos excelentes, es decir, que sean “sobresalientes en calidad“. Los criterios para acceder a estos bachilleratos son los buenos, excelentes, resultados académicos y si es necesario una prueba de acceso. Contemplo con una preocupación creciente como ya no nos vale la calidad, parece haberse quedado pequeña, ha ocurrido como con tantas palabras que de tanto utilizarlas ha perdido su valor, y ahora ya no es suficiente la calidad, ahora queremos la excelencia, todo ha de ser excelente. Esta debe ser la razón de incumplir, olvidar y retirar el pacto por la calidad en la educación, siendo este el método foral de excelencia.
Hace mucho que vivimos bajo el prisma de la calidad, todo ha de ser de calidad, en el mundo de la educación nos hemos ido impregnando de esa cultura. En muchos casos los centros se han lanzado a la aventura de conseguir sellos y premios que confirmen que las cosas no se hacen de cualquier manera. Yo, he defendido y lo sigo haciendo la necesidad de esa cultura de la evaluación y la mejora continua. Es importante, esencial, que defendamos una educación de calidad, calidad que debe ir acompañada de calidez..
Mientras el discurso de la educación nos habla de la educación integral, de la educación en competencias seguimos mirando a los números, seguimos con la tentación de separar a las personas según unos resultados que nos han demostrado que no son capaces de medir cualquier competencia, siendo este incluso uno de los argumentos utilizados para defender la enseñanza diferenciada por sexos. 
Si defendemos que la mejor educación es la inclusiva, la que nos ayuda a potenciar las capacidades de cada persona no parece muy lógico que nos planteemos sacar al alumnado “excelente” del aula. ¿Qué buscamos con esto?, ¿Qué valor esconde esta segregación?, ¿Qué pretendemos valorar?, ¿La competitividad? Se me plantean muchas dudas porque tengo la sensación de que en estos modelos se nos olvida la equidad, la igualdad, la convivencia, el respeto a las competencias de cada quien. Tenemos desde la docencia, en colaboración con las familias, la gran labor de ayudar a cada persona a encontrar dónde están sus potencialidades. Recordemos que gran parte del éxito educativo está en las expectativas que ponemos en el alumnado y no parece que ayude mucho estas clasificaciones en función de resultados, además, ¿Cuál es el momento adecuado para empezar a diferenciar? ¿La educación post-obligatoria? No debemos perder de vista que las recomendaciones que nos llegan son las de ampliar la educación post-obligatoria al mayor número de personas. En esa sociedad del conocimiento de la que hablamos: ¿Queremos una base amplia con buenos conocimientos o preferimos la clasificación y el elitismo?
Aun admitiendo que esta diferenciación pueda mejorar los resultados académicos, volveríamos al punto de partida, la educación no sólo se refleja en las notas. Quizá aprendan más matemáticas, o las mismas más rápidamente, pero estaremos ahondando en el analfabetismo emocional en cuanto a la relación interpersonal, en cuanto al conocimiento de que las notas actuales no miden realmente todas las capacidades. ¿Realmente podemos pensar que las personas con mejores notas son excelentes? Y eso, ¿a que reduce a quien no las tiene? Supongo que nadie pondrá en duda la excelencia de personas como Einstein y es sobradamente conocido que no destaco por sus calificaciones, y que ocurre con la excelencia en las artes, o en el deporte. O quizá se sigue pensando que las personas , por ejemplo, con altas capacidades en artes no son excelentes si además de su calidad artística no demuestran su capacidad en otras áreas. Dudo mucho que seamos capaces de educar en la cultura de la paz, de la convivencia, de la democracia, del respeto a la pluralidad si nos dedicamos a separar a las personas en compartimentos estancos. No es suficiente decir que la escuela ha de compensar las desigualdades, no reproducirlas.
Barcina y su Gobierno aún no nos han desvelado con palabras como quiere garantizar esa excelencia ni siquiera la calidad o la equidad aunque su primer paso nos hace temer lo peor, recortes, recortes y recortes. El pacto para la mejora de la calidad de la enseñanza se da por finiquitado sin haberlo cumplido y sin intenciones de negociar otro. Sospecho que esa tendencia excelente nos traerá y no muy tarde, impulso a los conciertos, promoción de la enseñanza diferenciadora y no inclusiva.
No creo en elitismos, creo mucho más en la equidad que en la segregación. La equidad es la cualidad que mueve a dar a cada quien lo que merece, cuando hablamos de atención a la diversidad explicamos que es enseñar a cada quien en función de sus necesidades y sus capacidades. Seamos excelentes, sí, busquemos la excelencia en la educación, en la labor docente sabiendo que la excelencia, la de nuestro sistema educativo, no la encontraremos en que las notas de un grupo pequeño aumenten un poco sino en que disminuya la diferencia entre el desarrollo de las capacidades. Seamos excelentes no en los recortes de plantillas sino en las inversiones a lo que se supone un pilar fundamental de nuestra sociedad, la educación.

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